La función del artista en el sentido de la satisfacción de las necesidades ajenas
constituyo en la reproducción de intereses propios del cliente, quien es, él que con su imagen deja registro de su existencia. El retrato ha conseguido vivir siempre en la historia del arte; la imagen de los ídolos permitió al hombre acercarse a la materialidad de su dios, de alguna otra forma habría sido imposible encontrar el camino hacia el pensamiento colectivo y la espiritualidad subjetiva. Tradicionalmente el artista fue un hacedor de encargos en donde el interés de su comunidad se centraba en las representaciones religiosas; la evolución del hombre condujo a la elevación de su ego, él ya no constituía una parte de la naturaleza, sino la naturaleza era parte de él. El posicionamiento del hombre en la cima más elevada, es consecuencia de la jerarquización, donde su condición de superioridad lo situó a la altura de los dioses como ser supremo en la Tierra, de tal forma que la producción de la imagen ya no era exclusiva de seres mitológicos.
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