viernes, 9 de octubre de 2015

La obra como copia de copia

 No hubo puestas de sol impresionistas antes de que las pintara Monet. Es el arte el que crea la naturaleza. Esta genial intuición de Oscar Wilde ha engendrado la forma contemporánea de ver, pensar y hacer arte. La muestra Lo clásico en el arte, que se está exhibiendo en Proa, escenifica esta dialéctica: el arte modela el mundo. Pero además le da una vuelta de tuerca porque pone el eje en el concepto de "copia" y muestra que la copia es parte constituyente de cada obra. Cada obra es, a la vez, copia y "original". El arte es diálogo con lo que lo antecedió y semilla de lo que viene.


Vemos el mundo desde un punto de vista y el arte es en gran medida nuestro educador. Pensamos y sentimos en el marco de una cultura y dentro de un sistema de valores, que son históricos y cambiantes. Antes tuvimos otros, los desechamos y en un futuro cercano mucho de lo que hoy creemos será cuestionado.


Que no haya arte sin copia quiere decir que el original sólo puede pensarse a partir del sistema de copias que instaura el arte. Por más atrás que nos remontemos en busca de un origen jamás encontraremos una obra que no copie algo anterior a ella. El arte es cita, diálogo y creación en red.
Platón fue el primero en pensar que el arte era copia de otra copia. Al intentar fundamentar el pensamiento filosófico como una forma de aprehensión de las esencias eternas e inmutables, Platón supuso que el verdadero mundo está más allá de la materialidad que captan nuestros sentidos. En ese mundo etéreo viven las formas puras o ideas. La mesa que percibimos con los ojos y el tacto es una copia pobre de la idea de mesa.
El artista, según Platón, copia lo que percibimos con los sentidos. Si un artista pinta una mesa, realiza una copia de esa copia que ya es el objeto en sí mismo (en tanto es copia de la idea de mesa). Por eso, para Platón el arte es peligroso. Al multiplicar las copias, el arte las degrada: nos aleja de la verdad y nos pervierte.
Wilde y Nietzsche dieron vuelta esa idea platónica: no hay original (no hay una forma pura), sino sólo copias. Nunca encontraremos un "original" que no copió nada anterior a él. Podemos pensar y hacer arte porque sabemos copiar. De esta idea de copia y de arte surgieron las vanguardias de comienzos del siglo XX y, en los años 60, lo que actualmente llamamos "arte contemporáneo", de fuerte impronta conceptual.
Borges, en su cuento "Pierre Menard, autor del Quijote", llevó la idea de copia al extremo al mostrar que nada difiere más de una obra que copiarla exactamente igual pero en otro contexto. El Quijote de Menard quería ser idéntico al de Cervantes, pero era extremadamente diferente justamente porque era el mismo texto pero escrito y pensado tres siglos más tarde: en otro mundo, con otra forma de leer y de pensar.
El arte es (como la vida) una tarea en colaboración. Una colaboración entre los individuos y entre lenguajes y culturas. No hay original porque en el principio ya estaba la copia. Desde siempre estamos citándonos: el otro está en nosotros.

Por Daniel Molina para la nación. 


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